martes, 11 de agosto de 2009

ARRIBA

Es la vida. Las personas mueren. No existe la eterna juventud ni todo el mundo tiene un físico perfecto. Es el mensaje inicial de una película creada para un público infantil. Es una historia, inicialmente diferente, pero finalmente igual. Historia de buenos y malos, humor y acción, final feliz. Pese a que, en conjunto, no difiere del resto, las pequeñas diferencias otorgan un carácter particular al filme.


Los protagonistas, un anciano al que acompaña un niño "gordito" y una anciana ya fallecida. El antagonista, otro anciano. Pese a los tópicos de la trama, dividida entre el bien y el mal, es muy destacable el papel otorgado a los ancianos. La tercera edad, invisible en la mayoría de los papeles protagonistas cinematográficos (recuerdo ahora "El hijo de la novia", una entrañable historia que también rompe con esta tendencia), se presenta en este caso en primer plano.


La animación, la publicidad, internet. Los niños son manipulables, para bien o para mal. Es fácil llegar a ellos y hacerles entender que no viven en un cuento de princesas ni de futbolistas, que no todo el mundo es joven y guapo, que el ritmo vital es el que es, más allá del bótox.

Hay veces que se sabe aprovechar ese potencial. Si ese "a veces" dejara de ser eventual y se convirtiera en un contrato fijo con los niños, dentro de unos años viviríamos en una sociedad diferente. Es una convicción. La educación es la solución a la crisis, a la corrupción, a las estafas, al cohecho, a la sociedad del miedo, al alarmismo de la gripe A, a la tragedia de la inmigración, a los homicidios y otros malos vicios de la humanidad. El hombre, a mi juicio y contradiciendo a Hobbes, no es malo por naturaleza.

lunes, 10 de agosto de 2009

REENCUENTRO

Nueve años es mucho tiempo. Las personas cambian, evolucionan, pero la esencia queda. Hacía nueve años que nos habíamos perdido la pista. La Universidad nos ayudó a ver el mundo de forma crítica. A veces daba la impresión de estar en una burbuja aislada, muy impermeable a la cotidianeidad. Aún así necesaria, imprescindible.

Tres estudiantes universitarias, que durante 4 años compartimos experiencias e inquietudes. Cada una tomó un rumbo y los caminos fueron distintos.

Las nuevas tecnologías han hecho posible el reencuentro. Bastó con teclear un nombre en una de esas redes sociales de moda para que se reiniciase el contacto. Qué útil es el progreso, cuando se utiliza sin perversión.

Es curioso. Se me habían olvidado otros detalles, pero recordaba los olores. Reconozco, a veces por casualidad, en la calle o en el tren, olores que me trasladan a mi etapa universitaria. Perfumes que evocan a alguno de los profesores y sus clases, las horas de descanso en los jardines frente a la Facultad o incluso el ambiente que se respiraba en época de exámenes. Recuerdos abstractos. Se concretan en un olor que tiene un efecto inmediato sobre el cerebro.

El reencuentro ha sido tranquilo, sin muchas sorpresas. Tres personas que ya se conocen. Una conversación amistosa. Dos horas y media charlando sobre cuestiones cotidianas. Como si fuera la cita de todos los sábados. Nueve años. Hay cambios, pero queda la esencia.